Cualquiera podría decir en un gesto apresurado que los hechos que se presentaron en El Campin, en la noche del 3 de agosto, no tendrían nada que ver con nosotros: no estábamos jugando y no hay un solo hincha de Millonarios que esté involucrado. pero lo cierto es que esto es una campanada para todos los hinchas, por la cultura que hemos creado alrededor de algo tan lindo como es el futbol.

Como hinchas debemos no solo revisar en detenimiento lo que ocurrió, sino todos los antecedentes de violencia que existen y que lo único que hacen es que este deporte se mache permitiendo una cantidad de códigos que hemos creados para normalizar y soportar ese entramado de violencia; ojo que no quiere decir que la rivalidad no pueda existir, la competencia implica rivalidad, implica grandes pasiones, pero no confrontaciones violentas.

Mucha de violencia parte de la deshumanización de los otros, los rivales, verlos como algo totalmente ajeno a nuestro estilo de vida y lo cierto es que ver el mundo por diferentes ojos no puede ser una sentencia de muerte. No podemos pretender que todos seamos hinchas del mismo equipo porque eso no tiene sentido, la diferencia en esas formas de percibir la vida es lo que nos hace avanzar, conviviendo entre nosotros. Esto no se trata de los demás equipos, se trata de que nos estamos dejando ganar el futbol de unos pocos, una minoría muy ruidosa que no representa de ninguna manera lo que es vivir el futbol.

Mientras las imágenes seguían llegando, la que más me afectó fue ver a los niños en brazos mientras trataban de ponerlos a salvo como si el estadio que amo fuera el escenario de una guerra, no pude evitar pensar en todo lo que estos niños se van a perder ¿Por qué tener una experiencia de este tipo? ¿Entonces esos niños nunca van a sentir lo que yo sentí al crecer con amigos y familia en las tribunas del Campín? ¿Qué tanto le ha arrebatado unos pocos a tanta gente?

Muchos de mis recuerdos más felices tienen que ver con El Campin, con estar en brazos de mi papá para poder ver algo del partido o llevar camiseta de Millonarios dentro de la maleta del colegio porque a la salida nos íbamos al estadio o correr de las clases de la universidad porque el partido está a punto de comenzar. Esa estrecha relación con el equipo de uno no debería estar viciada por tanta violencia, ya tenemos suficiente con matarnos en la calle, en el campo, para manchar de esa forma un deporte lleno de alegorías a la gloria y el honor.

La solución no es sencilla, ni será ahora, porque esta nos implica a todos, implica los esfuerzos de exigir que este sea un espacio donde vayamos a convivir, a curar tantas heridas que tenemos como sociedad. Revisemos qué hacemos todos y cómo hemos ayudado a que el problema crezca, reclamemos este espacio que nos fue heredado por nuestros padres y abuelos.

En el Campin solo puede haber el sudor de los que salen a la cancha a entregarse en cuerpo y alma, y las lágrimas de quienes incondicionalmente están en esas tribunas por generaciones; sangre, nunca jamás.

Valentina Cadosch

@Cadosch12