Yo no vengo a posar de objetiva, si les gustan los robots que relatan, este espacio no es para ustedes. Tampoco vengo a posar de una tranquilidad que no es mía porque soy un manojo de nervios cuando se trata de este equipo. Siempre me dicen que debería separarme más, que no es para tanto, como si fuera posible pedirle al corazón que deje de bombear tanto, que deje de latir tan seguido.

Cuando se trata de Millonarios todo son cosquillas en el cuerpo, las palmas frotándose antes de gritar. A Millonarios lo siento en las entrañas, allá en lo profundo en el mismo lugar donde nacen mis latidos, lo quiero como se quiere a la lluvia, a los libros, a la pareja; lo quiero como se quiere a alguien en una sala de espera, con ansiedad, con falta de sueño, con ese nudo en el cuerpo que no te deja comer bien. Lo quiero como el que fuma en la madrugada esperando un partido, con locura.

Yo no voy a mentir, habían venas que sentían que este semestre salíamos campeones, y esta ciudad respiraba al son de Pinto, el corazón se sentía finalista después de esta campaña tan gigante, ustedes saben perfectamente lo que pasó después y mi intención tampoco es hablar de datos técnicos o de culpas.

El dolor que siento ahora es nuevo para un sector de esta hinchada. Yo se que hemos tenido caídas todavía peores, más dolorosas, quizás lo puedo comparar con esa noche tan oscura cuando Tigres nos quitó la final de la sudamericana, eso fue para morirse. Celular apagado por dos días y salir aguantar al que te encuentres, pero llegó la estrella 14, después de 24 años, y nuestro corazón lo asimiló rápido porque nos quedaba que pelear.

Esta es una eliminación muy difícil porque fue un semestre tan bueno que el único desenlace que podía tener era la estrella 16 y nos quedamos ahí suspendidos con 50 puntos, flotantes, sin lugar a donde ir, con el corazón hecho mierda. Esta será una tusa como la de los amores perdidos, la sensación vacía en el estómago durará más tiempo, cada que algo le recuerde que existe un deporte que se llama fútbol le clavarán una daga. ¡Que impotencia, que rabia! teníamos todo para dar la vuelta con ese técnico que se derrite por estos colores.

El fútbol es el reflejo fiel de la vida. Tendremos que tener resiliencia y los días pasaran y se acercara el momento de volver al estadio y esto quedará atrás. Por ahora le queda repararse a usted mismo las ilusiones. Yo seguiré con ese vacío entre el pecho y la espalda, con esas ganas de devolver el tiempo, pero no olvidaré tantas alegrías que tuvimos y que terminaron en un desenlace aterrador. Hay que agradecer a este grupo de muchachos que lo dejaron todo, sin reproches en este momento, porque simplemente duele.

Duele todo, duele el corazón, las manos, la garganta, pero las heridas cierran y se volverá a amar todavía con más fuerza este escudo. Entender que en la vida se gana y se pierde, duele todavía más como lo hicimos, pero esta hinchada dio todo de sí. Respire profundo, abrace alguien; vamos a volver.

@Cadosch12