Lo intenso que sería haber estado en el estadio viendo el partido ante del Deportivo Pereira. Una tarde soleada que aumentaría el consumo de bloqueador solar y, seguramente, el Caladryl al día siguiente para curar la piel quemada de algunos por el sol. La previa con cerveza, lechona y la fritanga en el palacio del colesterol y los comentarios de lo que vimos los primeros partidos. Millonarios jugaba su primer partido de este esperanzador 2021 en El Campín y todos estaríamos llenos de ilusión al verlos en nuestra casa.  

El gol de Guarín lo hubiéramos gritado con el alma, como si alguno de nosotros que hemos visto el futbol desde las gradas, le cumplieran el sueño de anotar un gol con la camiseta azul. La charla giraría en que, a lo mejor, nos faltaba presionar más, ir por el partido y no tener ese ritmo tan cansino. Algunos el segundo gol los cogería desprevenidos, pero todos veríamos como Uribe celebraría el gol con nosotros en la tribuna. Volvió para devolver con gritos de gol, el cariño que le hemos demostrado estos años desde que salió.

El tinto del descanso giraría más a hablar de nuestras vidas que a lo que pudiera suceder en la segunda parte: todo se veía en calma. No imagino los madrazos al aire que todos diríamos luego del descuento. El mal genio llegaría al ver a Millonarios sin reacción, lento y con los mismos problemas defensivos que frente al Once Caldas. El aliento a los jugadores no se acabaría con el empate de los matecañas. Sin embargo, por nuestras mentes las respuestas al bajón nadie las encontraría.

Guarín entre aplausos dejaría el puesto para que “Chicho” Arango ingresara a cambiar el juego; más intensidad, posición de gol y generar juego en el medio. La euforia del gol del triunfo se convertiría en incertidumbre ante los ataques del Pereira, incredulidad con Salazar y Silva por cómo se perdían las oportunidades de gol, aplausos ante los quites de Vega y el murmullo con los cambios del profesor Gamero.

Con el fin del partido, los aplausos y suspiros de alivio bajarían de las gradas a los jugadores y el profesor Gamero. Todos felices con los tres puntos, algunos más preocupados que otros por la laguna que costó los dos goles (soy de ese grupo), pero convencidos que con este equipo se pueden conseguir cosas grandes, que hay compromiso y que, con el aliento en tribuna y las ganas en la cancha, el camino de una nueva estrella es posible.

Yendo a nuestras casas o en un tercer tiempo en el palacio, todos recordaríamos los goles y quienes fueron los mejores en la cancha, la próxima fecha y dónde comprar las boletas para Techo, los viajes que podríamos hacer y las despedidas hasta el siguiente partido en nuestro querido Campín.

Pero no, puto covid.

@maugor