La cita de cada ocho o quince días en el Campin está volviendo a tomar la marcha y convertirse en la rutina sagrada de los fines de semana cuando Millonarios es local. Los amigos, el dinero para el tinto y la lechona (que como el dólar sigue subiendo inalcanzable), la pinta que se vuelve cábala, los abrazos de gol, la cerveza luego del partido para celebrar la victoria o masticar la derrota. Volver a sentir lo que nos robó la pandemia, sin que, por ahora, logremos volver a vivir de la misma forma a Millonarios.

Lo primero es que ahora disfrutamos más cada instante en el Campin. Las luces nuevas en el estadio nos maravillan, el taquito de Perlaza que nos hace gritar, la alegría del abrazo de gol nos dura por días, hasta olvidar el frío terrible que otrora nos congelaría al instante. Volvimos a vivir como niños ver a Millonarios, a gozarnos nuestro amor por los embajadores, a medir la pasión, ya no en descontrol, gritos y rebeldía sino en nostalgia.

Hemos tomado lo bonito de nuestra vida con Millonarios, nuestras tristezas y glorias, nuestras euforias y lágrimas, nuestros ídolos y frustraciones, nuestros gritos de gol y los silencios pesados de la derrota, para convertirlos en la base de esta nueva relación con Millonarios. Queremos lo de siempre: ganar, golear y gustar para ser campeones, pero la vida nos impuso vivir sin corazón, amar sin tocar, morir del deseo de abrazar sin una fecha fija para poder hacerlo, y ya no podemos dejar que lo malo imponga el ritmo del amor por Millos.

En algún momento todos hemos mirado a esa persona que nos rompe el esquema con el prisma de la nostalgia y no con el de la pasión. Ahí hemos encontrado la serenidad para vivir nuestro amor de una manera más limpia, responsable, duradera y placentera. Este tiempo sin Millonarios hizo que la nostalgia nos apacigüe ese dolor acumulado de las eliminaciones y nos exalte los buenos momentos que hemos vivido gracias al azul y blanco del que está pintado nuestra vida.

Allá, en la inmensidad del cielo, están aquellos que llamaron anticipadamente a las filas del aliento eterno y que serán el motor de esta nostalgia que nos abruma de buena manera para vivir a Millonarios. Por ellos, por nuestra familia azul, por este grupo de jugadores que está jugando bien a la pelota, por Gamero y su sentido de pertenencia, por todo lo bonito que nos dan estos colores, que bueno está esto de amar mejor a Millonarios.

@maugor