La relación de un hincha con su equipo, es algo muy personal, se construye de forma diferente para cada uno. Para mí, la relación Millonarios se forjó en la intimidad, de sentirlo cerca a todo lo que sucedía en mi vida. Millonarios se colaba en mi familia, en mis amigos, en las formas de relacionarme con el mundo, me enamoré de una ideal, de una pasión, de todo lo que mis padres relataban, nos unimos en una comunión en el estadio, ese centro con tintes sagrados donde todo comulgaba.
Al estadio voy porque lo necesitó, eso nunca está ligado a los resultados, menos de la generación de dónde vengo, no tiene nada que ver con desempeño. Para mi ir al estadio es terapia, me causa felicidad, por eso nunca lo he negociado y nunca lo haré, pero no quiere decir que siempre sea paz y felicidad, no lo es.
Cuando algo lleva tanto tiempo contigo, tan profundo de ti, es inevitable llenarse de sentimientos, sentirse desbordado. Esto pasa con el hincha todo el tiempo, porque el amor, pasión, están todo el tiempo al borde de la garganta; querer de esta forma es como estar balaceandose en una turbulencia de emociones.
Estos últimos tiempos confieso que he tenido una relación complicada con el equipo, dolorosa, confusa. Al terminar el torneo anterior no quería saber nada, me sentí absolutamente colapsada de emociones, no solo por la bronca, sino porque no parece que algo cambie, no parece que el norte sea distinto. Millonarios es mi fuente de felicidad, me calma y la clase de amor que siento por el equipo es único, nada se quiere de esa forma, pero hoy duele, muchísimo.
En Millonarios la historia es algo aplastante, ser el gigante y el pionero hace que la presión sea asfixiante, tanto para jugadores como para hinchas, porque la gloria no es algo negociable. Nosotros hemos esperado tanto tiempo y no merecemos el trato que nos dan, porque acudimos con tanta devoción, con tanto amor.
Quienes manejan Millonarios no entienden la ilusión de tanta gente, la forma en la que nosotros nos relacionamos con el club, no saben lo que tienen entre las manos y no muestran ambición, no muestran hambre. Siento dolor porque crecí escuchando historias de la grandeza de un equipo hecho para marcar la historia, mientras que las mentalidades estrechas que nos dirigen lo ven todo pequeño, todo improvisando.
Con el pasar de los partidos seguro ganaremos, seguro la relación mejorará, pero por ahora estar tan cerca de Millonarios se torna difícil: la tensión en la cancha, el rumor de la tribuna, no poder dormir pensando una y otra vez en los partidos, las conversaciones cíclicas con otros hinchas y volver al punto cero. A nosotros no nos queda más que creer, con fuerza, que el Millonarios gigante va a volver, va a despertar.
Valentina Cadosch
@Cadosch12