El día de hoy no me interesa ahondar en cifras, estadísticas, balances de temporadas o porcentajes de rendimientos. El día de hoy todo número queda rezagado al momento de hablar de la grandeza de un hombre que marcó a Millonarios y a todo el que lo sienta: Miguel Ángel Russo.

Ayer, 9 abril de 2019, conmemoramos el nacimiento de un extranjero más que vino a enamorarse de Millonarios y a disponer todo lo que estuviera a su alcance para llevarnos a la gloria. Ese es Miguel, un señor capaz, sabio, pero sobre todas las cosas, apasionado.

Su nombre no es casualidad: a Millonarios llegó como un ángel. Como hincha, puedo decir que era un momento de confusión, preocupación, frustración y hasta indefensión. Otro técnico nos acababa de dar el golpe de abandonar el barco a apenas un mes de iniciar la temporada, con todas sus peticiones cumplidas y la expectativa que nos había generado para el 2017. Personalmente, salté cuando escuché que un DT campeón de Copa Libertadores vendría a intentar arreglar el daño.

“La promesa es trabajar seriamente, es lo único que prometo. Ya he trabajado en clubes grandes y sé lo que significan”, dijo en su primera rueda de prensa, con todo el compromiso que lo caracteriza. Su ciclo terminó con una emotiva despedida, ya con el color azul bombeando en su corazón: “Le estoy eternamente agradecido a Millonarios porque estuvo presente en la etapa más difícil de mi vida y eso no tiene precio”. Y si Russo por alguna razón de la vida lee estas palabras, quisiera devolverle la gratitud: nosotros, la gente, estamos mil veces más agradecidos con usted. No solo por su labor, más que todo por su enseñanza.

Y es que no fue cualquier tipo el que nos bancamos en 2017 y 2018: fue un tipazo. Futbolísticamente, nos devolvió la esencia de Millonarios, un equipo que lo tiene que luchar todo con lo que tenga. Eso fue lo que hizo en el primer semestre de 2017, trabajó con un equipo que no había construido y lo puso en órbita. Y, si eso consiguió simplemente con las herramientas insuficientes, hablemos del éxtasis que nos generó cuando trabajó con lo que pidió: 5 años de sequía acabaron. Estrella 15, campeones frente al rival de patio manteniendo invicto. Primera superliga, campeones de visitantes frente al rival innombrable. Y aunque no quisiera ahondar en cifras, es imposible ignorar dos logros con un significado tan grande para el hincha de Millonarios. Dos logros de la mano de él.

En medio de nuestra pletórica celebración, aclamábamos el trabajo de Miguel y le pedíamos que se quedara siempre. Lo que no sabíamos, es que se había parado en la raya a dirigir la final apenas recuperándose de una quimioterapia. No sé cómo denominar ese acto. No sé si es valentía, compromiso, gallardía, amor o una combinación de todas. Lo que sí sé es que es algo que haría Miguel y pocos más, y finalmente eso es lo que lo hace excepcional.

Miguel Ángel Russo disputaba partidos y finales con Millonarios cuando se jugaba algo mil veces más importante, la vida. Y sí, salió victorioso de ambos juegos. Ni un rival, ni siquiera uno como una enfermedad terminal o una bacteria iban a vencer a un luchador de ese talante. Fueron meses duros, para él y también para su familia, que no concebía la idea de que siguiera dirigiendo entre tanto dolor, pero que a pesar de eso, nunca dudó un instante en continuar acompañando a Millonarios camino al título, como bien lo expresó “lo único que quería era salir campeón”.

Usted, hincha de Millonarios, ¿entiende la trascendencia de aquel acto? ¿Asimila lo que puso en riesgo un ser humano por nosotros? ¿Comprende el heroísmo en los dos títulos conseguidos? ¿Capta lo que significa, inspira y hace sentir Millonarios? Porque, si a mí me quedaba un poquito de cordura con respecto a la pasión que siento por este club, luego de ese hecho no me queda una pizca.

Miguel Ángel se enamoró de Millonarios, tanto que interpuso a Millonarios por encima de su salud. Sacrificó lo que pudieron ser los últimos momentos de su vida (gracias a la deidad en la que crea no fue así) por estar aquí, buscando incansablemente el título que nos haría felices. Luchó fervorosamente en medio de una adversidad que indisponía a su propia familia. Venció un cáncer de próstata y lo quiso hacer a nuestro lado. Miguel Ángel nos dio la más grande lección de vida que alguien con la inmensidad de este escudo nos podía dejar: “Todo se cura con amor”.

Para siempre Miguel Ángel Russo, no tengo palabras para agradecerte a ti, por la hazaña y por pegarte este club al pecho; a la propia vida, que te puso en nuestro camino y te dejó a nuestro lado, deseando con todo el corazón que sea por mucho tiempo más.

Te quiero mucho viejo y hablo en nombre de toda esta gente que recordará por siempre tu nombre en letras doradas.

@IsaSierra_