El fútbol es un deporte tan hermoso y universal que casi cualquier persona puede hablar con propiedad de él. No se necesita ser un analista aventajado o tener un pensamiento demasiado sofisticado para defender una posición futbolística, cualquiera que ésta sea. Pero una cosa es admitir que hablando de fútbol no hay verdades absolutas y otra tener que padecer las frases sin sentido de muchos hinchas que pululan en las calles y redes sociales, pretendiendo desconocer argumentos matemáticos, realidades históricas y hasta las dimensiones de la física, con tal de aliviar sus más arraigados complejos.

El folclore del fútbol, “mamarle gallo” al rival, burlarse de sus derrotas, pregonar goleadas o paternidades, hacen parte del juego y me atrevería a decir que hasta lo hacen más lindo. Pero en algún punto del camino los criterios se fueron torciendo y acomodando a conveniencia. Generalmente estos flojos argumentos no merecen ser ni recordados ni refutados, pero eventualmente es necesario salir en defensa de algunos términos manoseados y prostituidos por ‘hinchas’ de equipos rivales, e incluso periodistas:

Grandeza

Una muy fácil función de tres variables: palmarés, número de hinchas y peso específico en la historia de una sociedad. No se puede ser grande sólo con buenas rachas de resultados durante algunos períodos de la historia. Tampoco se puede ser grande por ser relativamente exitoso pero impopular. La grandeza es indiscutible. Convenientemente muchos hinchas de equipos chicos acomodan éste término y lo manosean cuando se encuentran en una buena racha.  

Paternidad

Superioridad indiscutible sobre otro equipo, histórica, contundente e inapelable. La paternidad no es relativa, no es “desde 2010” o “entre 2002 y 2005”. Se es o no padre de otro equipo. Punto.  Y el criterio más lógico y elemental para establecerlo es el numérico: balance en enfrentamientos directos, y eventualmente, palmarés. Lo demás es verso. Si usted como hincha tiene que recurrir a elementos más rebuscados para probar una supuesta paternidad, como el famoso truco de referirse a períodos específicos de tiempo, muy probablemente su equipo no sea ni admirable, ni padre de nadie, ni mucho menos grande.

Palmarés

La Real Academia de la Lengua lo define como “Historial, relación de méritos”. El palmarés de un equipo es un motivo de orgullo por los méritos conseguidos durante toda su historia. No hay “palmarés parciales” o una tabla que diga que los títulos más recientes son más valiosos. Nuevamente los hinchas de equipos sin un buen palmarés tratarán de acomodar el término para referirse “a los últimos 5 años” o al “yo he visto más títulos que usted”. Pero la verdad es que palmarés hay uno solo. Y hay unos mucho mejores que otros. 

Títulos

Nutren el palmarés. Pareciera una tontería tener que añadir que se consiguen jugando partidos, pero a la luz de los hechos recientes es importante hacer esa aclaración. En realidad, el título suele ser más valioso y enorgullecedor entre más larga sea la campaña de partidos disputados para su consecución. Para el hincha, el buen hincha, un título no es otra cosa que el éxito y reconocimiento conseguidos a través del esfuerzo. Por lo tanto, “No celebrar partidos sino títulos” no debería ser considerado por nadie como motivo de orgullo, sino el más encumbrado desprestigio de un buen hincha. Quien se ufana de celebrar títulos pero no partidos, es aquél que asiste sólo a las finales o a la premiación. Un oportunista, ni más ni menos.

Clásico

Partido tradicional disputado entre dos equipos con enconada rivalidad. La rivalidad, combustible de la pasión, puede ser ocasionada por diferentes motivos (geográficos, sociales, religiosos, futbolísticos), pero siempre con la tradición como elemento fundamental. “Clásico joven” o “clásico desde 1990” no son otra cosa sino un oxímoron muy utilizado por narradores y mercaderes de medios de comunicación para añadirle valor a los partidos que transmiten.

El folclore del fútbol da para todo. Para que un hincha de equipo chico se autoproclame grande, o para que un hijo se tome atribuciones paternalistas con los argumentos más rebuscados. Es un desgaste innecesario entrar en este debate cuando la realidad y los números hablan por sí solos.  Pero de vez en cuando, sólo de vez en cuando y como hábito saludable, sin sufrimiento ni rencor, sino incluso con una sonrisa en la cara  y un sentido de compasión, viene bien recordarle a estas criaturas las cosas como son, como para que nos entendamos.

Jorge Restrepo

@jorgerest