El fútbol es la vida misma. Nos enseña tanto de quienes somos y algunas lecciones importantes para lo que viene en el futuro. La cancha revela actitudes positivas y negativas, sentimientos de ira, pasión, alegría y tristeza. Noventa minutos después de rodar la pelota, todos los que estamos involucrados en este mundo terminaremos con un par de anécdotas eternas, ulceras incipientes, borracheras apocalípticas o con la sensación que debimos haber escogido el polo acuático o el golf para ver.
Es parte del camino perder, tener momentos aciagos, hacer las cosas de una manera equivocada. Todos hemos fallado en momentos cruciales y nos hemos sentido fatal luego de revivir la película mil veces en nuestra cabeza. Hemos actuado de una manera para perseguir un sueño y al final nuestras decisiones o palabras, marcaron una derrota en nuestro camino.
Yo también me he reído como Montoya ayer. Me arropé de arrogancia y desprendimiento en situaciones que merecían un compromiso mío. Desprecié personas, trabajos, amores, negocios, que bien me hubieran servido. Mi risita burlona fue tan grande, como la de Santiago al llegar al punto penal, que la vida pronto me enseñó cuanto había perdido por mirar desde arriba algo que se debe observar de frente.
Yo también he cerrado los ojos como David Silva ayer. He tenido al frente mi meta, mi objetivo, la mujer que me gusta, el cierre de un negocio, el intentar arreglar una relación, y saber que puede no ser suficiente. Llegan en un instante todos los miedos y voces que apabullan, y terminamos en una palabra de más, en un manso intento de sortear la presión, y finalmente en el suelo con el peso de la derrota.
Entre el miedo y la arrogancia ayer se fue la clasificación de Millonarios a la Copa Sudamericana. Uno que sabía que no era su fuerte cobrar los penales y eso le podía jugar una mala pasada, y otro que se llenó del vacío orgullo para tirar una masita a González. De ambas situaciones aprendí, de ambos momentos entendí que estaba haciendo mal, pero solo de uno la vida me devolvió madurez y tranquilidad para enfrentar mejor las complicaciones: solo con uno pude seguir con la cabeza en alto y creciendo.
Si vamos a perder que sea mirando a los ojos a lo que tememos, siendo responsables con quienes queremos y rigurosos con el mundo que podemos afectar. No perdamos olvidando que la seriedad y la humildad son importantes para caminar tranquilos ante todos. El fútbol es lo más parecido a la vida misma y ayer nos mostró cuanto podemos perder por ser unos despreciables arrogantes; no vayan como Santiago Montoya por la vida.
@Maugorg1