Llegó el momento que esperamos todos los hinchas Azules, ese que ha sido tan esquivo. En 33 años está será nuestra tercera final de liga, la primera, un grito ahogado de 24 años que el técnico rival de esta final, Hernán Torres, hizo posible con un gran grupo de jugadores comandados por Mayer Candelo y Román Torres. La segunda, contra el rival de patio, ese que pedía a gritos más muestras de paternidad y se las llevó sobradamente. La tercera, en medio de una pandemia que no da cuartel, que sigue matando cientos diariamente en nuestro país y una revolución social que no se detiene en Colombia, por esta causa también han muerto decenas de colombianos buscando un mejor país.

Una final con un sabor agridulce, donde en algunos momentos de la temporada recibimos baldados de agua fría, como las derrotas contra el equipo escarlata del Valle y el equipo verde de la montaña, que hicieron que muchos perdieran la fe en Gamero y su equipo; en Serpa y Camacho estaba perdida hace rato. Lo importante de este camino fue la manera en que el equipo, cual ave fénix, resucitó en el momento que el volcán estaba quemando más fuerte. Con un gran nivel de juego y jugando con el corazón en la mano se llegó a esta nueva final. Un equipo que está plagado de juveniles que han hecho toda la carrera en el Embajador y aman al equipo como lo amamos nosotros, sus hinchas, un equipo que soñábamos hace años, sin mercenarios que vendan su juego al mejor postor.

Hablando de la parte futbolística, hay que felicitar al gran Steven Vega, al “jefe” como le dicen sus compañeros. Este antioqueño se ganó el corazón de la fanaticada albiazul con sus destacadas actuaciones, no nos hizo extrañar al gran “ingeniero” Duque. Aparte de ser uno de los mejores pasadores de la liga, también es un jugador poli funcional, que puede jugar como central y lateral derecho también. Eso hace que este jugador sea pieza clave en el esquema de Gamero. En el 2018 tuvo un paso fugaz por el Valledupar de la segunda división, donde se terminó de pulir la joya de la cantera albiazul. Sabemos que este gran jugador no nos defraudará en esta nueva final que nos acoge.

Otros jugadores destacadísimos son los dos delanteros. “Arangol” que ya venía siendo figura desde torneos pasados y gracias a sus buenas actuaciones tiene un pie más cerca de un equipo extranjero. Su pasión y sus ganas han dejado grandes sensaciones en la retina del hincha azul que es de los más exigentes en el balompié criollo. El otro, un fuera de serie, que volvió después de un periplo por México y Brasil, destacándose algunas temporadas y no olvidemos que tuvimos que rogarle al señor Serpa para que lo trajera, es Fernando Uribe. Volvió a demostrar que ama esta institución y ha dicho que ha sido de las mejores decisiones que ha tomado en su carrera. Qué lástima que esta pandemia nos ha privado de cantar con el alma alguno de sus tantos goles este semestre en vivo y en directo. Deseamos que se lleve la estrella y el botín de oro porque se lo merece. Estos dos monstruos han demostrado su profesionalismo y el amor que le tienen a esta camiseta de gloria.

Como hinchas estamos muy agradecidos con esta plantilla y cuerpo técnico. Esperamos con muchas ansias estos 180 minutos de fútbol, con los recuerdos de ese gol agónico del “bambino” Otálvaro en el Murillo Toro, que lo gritamos con el alma. Todos unidos, como esos dos aros hermosos que están en nuestro escudo, siempre con las mejores energías. Abstengámonos de críticas hasta finalizar el partido, que nuestros jugadores sientan ese amor que profesa el hincha embajador a la distancia. Que el triunfo sea un homenaje a todas las víctimas mortales de esta pandemia y a los caídos en este paro inmarcesible, buscando un mejor país.