El sentimiento de justicia no suele ser común en nuestra sociedad. Los colombianos en general, todo el tiempo tenemos un sentimiento de impotencia ante nuestras desgracias porque lo vemos en todas partes, en todas las noticias y en todas las conversaciones; esa sensación de desequilibrio procede de las desigualdades, ya sea el dinero, el estatus o las relaciones.
El fútbol es diferente, en teoría, porque representa una lucha en igual de condiciones, hay 11 en cancha, salvo que alguno atente contra el juego y se desequilibre como castigo, cada uno tiene un portero que le asegurara salvaguardar su arco y, fuera de que ya hay un pacto sagrado entre jugadores, tenemos a un juez que viste de colores chillones o negro, que vigila que las reglas se cumplan. Claro todo esto en teoría, en papel.
Lo que ocurre cuando el fútbol es injusto, en lo que dice el reglamento, es que la gente, en sociedades como la nuestra, entiende que está bien hacerle trampa a la norma, está bien pasarle por encima a la gente si me conviene, y ese sentimiento de impotencia ante la regla que no se cumple es violencia. Nosotros no les podemos gritar a los jueces en los tribunales que dicta sentencias injustas o nulas, pero en la cancha si podemos, porque lo consideramos nuestra casa.
Si yo te invito a mi casa, espero que la respetes no que te limpies los mocos con el mantel, como lo hizo el señor Hinestroza. Si en algo tan simple como la pelota no hay justicia es porque somos un país incapaz de mejorar, de escucharse. Empecemos por ahí, porque el rival respete el juego y no se tire al piso 4 minutos, llame la camilla, haga todo el teatro para llegar a la línea y correr a que el juez lo meta al campo, ese tipo de comportamientos deben tener castigo, para eso están las tarjetas amarillas.
Que la gente tenga que pasar toda la semana viendo como su país es injusto y desigual, para ir a la cancha el domingo a ver cómo su equipo es sometido a lo mismo, cuando en teoría es el único terreno que su vida se equipara el poder: la lucha es justa, porque es hombro contra hombro y pierna contra pierna. No es justo que un hincha tenga que esperar 10 minutos una decisión del VAR y, el colmo, es que espera para que se vuelvan a equivocar.
Así posemos de civilizados a todos nos molesta el penal que no se pita en varias ocasiones, la expulsión que no era, el gol que procede de la falta de respeto al juego del rival. A nosotros todo esto nos pasó en menos de 15 días, así que amerita que se revise también la violencia que no procede del hincha sino de la misma autoridad que dice combatirla.
Valentina Cadosch
@Cadosch12