Tras un balance, con más cosas positivas que negativas, y luego de catorce fechas de ilusión, sorpresas y guerreando un liderato que nos infla el corazón, la capacidad de comparar el rendimiento y el proceso del equipo con el proceso del día a día de cada uno de sus hinchas es pertinente y oportuno.
Como hinchas seguimos al pendiente de la incertidumbre con la que se da cada movimiento frente al manejo de las directivas, de las quejas con las maneras de proceder del club en muchas instancias, del apoyo intermitente y hasta cuestionable hacia el equipo femenino, o el dolor del golpe de no haber superado más enfrentamientos en torneos internacionales. Pero dejémonos de mentiras, se nos olvida todo cuando un gol al minuto 90’+2 de Celis nos recarga el ego frente a un rival eterno y nos inyecta el alma de energía para gritar todos nuestros cánticos a una sola voz, como la gran familia que asiste y no falla en casa.
En estos últimos partidos me he fijado más en la maravillosa diversidad de las personas que asisten al estadio o que nos sabemos hinchas de Millonarios. Y es que existe magia en el amor sin ataduras que profesan los más pequeños, viendo cada partido como una aventura nueva en donde sólo les importa divertirse, y seguir construyendo esa amistad tan noble y pura con el equipo de sus amores. Existe poder en la tranquilidad de los que forjamos en cada partido la cosecha de nuestra locura, nuestro desahogo y nos jactamos de cada victoria con complicidad y camaradería.
Existe plenitud en la paz de los más grandes, los que en medio de los recuerdos de épocas pasadas traen cada anécdota de esa historia embajadora a colación para llenarse de fe en que este semestre va a seguir siendo especial. Veo las familias, los amigos, las barras, los conocidos, los jugadores de todas las categorías y divisiones, el cuerpo técnico, los veo y siento tanta armonía, tanto calor de hogar que solo puedo pensar en la fortuna que tenemos al hacer parte de ese universo en el que se gira en torno a Millonarios. Y gracias a esto pienso también en la fortuna de poder analizar todo, lo que como hinchas compartimos, elevando cada sensación y cada acto a nuestras propias vidas.
Asumo yo que todos hemos tenido momentos en los cuales nos aferramos enardecidamente a una meta, a un sueño, y así cada día cambien los planes seguimos sosteniendo ese lazo que nos ata a nuestro único fin, contra todo y todos, como lo hace el «profe» Gamero con su proyecto de formación desde que llegó. Y bueno, sí, no ha sido un camino perfecto. Seguro se ha tardado mucho más de lo que todos esperábamos, pero así mismo nos queda confiar en que la recompensa será tan inmensa que habrá valido la espera y la paciencia incondicional.
También me imagino que todos hemos tenido momentos de impotencia, de sentirnos agredidos, de sentir que debemos defender a capa y espada lo que representamos y lo que nos ha costado llegar hasta ahí. Y entonces careamos a la vida como cada vez que Llinás o Dani Ruiz se levantan de un golpe y frentean a quien deban para hacer valer su talento y cada gota de su esfuerzo incansable y tenaz.
Los momentos de alegría y bondad nunca nos han faltado como cada vez que vemos al equipo femenino cantar los himnos y celebrar cada paso que dan llegando a un estadio, como si fuera la más grande y especial de las celebraciones. De los errores siempre hemos aprendido como seguramente Sosa lo hizo tras la expulsión en Copa Libertadores o como Vargas tras haber errado un penal que nos sacudió a todos como si hubiéramos pateado nosotros mismos. Así como ellos, seguro, hemos sabido levantarnos con cabeza fría para seguir dejando todo de nosotros con absoluta entrega y alegría sabiendo que lo que nos corre por las venas es más valioso que cualquier tropiezo.
Hemos sido el centro de atención y liderazgo llegando a un lugar en donde nos sentimos completamente arropados de amor y de confianza, pues estamos donde nos demuestran de mil maneras que anhelan tenernos ahí. Como si aterrizáramos constantemente en un lugar al que siempre hemos pertenecido desde el corazón. Como Montero o Maca cada vez que sonríen y miran con pasión al escudo que tienen puesto.
En otros aspectos de la vida también hemos sido fieles, fanáticos, desmedidos y locos como lo somos siendo hinchas. Hemos sido entregados, creativos, colaboradores, unidos y pasionales como lo han sido las barras. Hemos sido inocentes y humildes como cada jugador que llega tras un fichaje. Hemos sido constantes como muchos integrantes del club que muchas veces reconocemos. Y ¿por qué no? Hasta hemos sido arriesgados como la dirigencia misma cuando pone sus números y su administración en nuevos integrantes que con resultados y revelaciones llegan a Millonarios para engrandecerse como profesionales y llenar de aplausos sus carreras.
Los desaciertos no nos han faltado, y así como cuestionamos cambios y planteamientos y nos pesa no encontrar herramientas para ganar un partido como el del fin de semana pasado en Cali, también encontramos en nuestro interior los valores y el empuje necesario para ir por la vida anotando goles que nos hacen cerrar un partido con más honor que satisfacción, así no sea el resultado que esperábamos.
Así mismo, hemos sido impredecibles e inciertos, como cada una de las fechas que aún quedan por disputar en este y en todos los campeonatos. Hemos esperado lo mejor de nosotros, de los nuestros, hemos gozado, sufrido, rabiado, nos hemos caído mil veces y mil veces nos hemos levantado. Y por eso, Millonarios como la vida misma, es ese espacio de fortuna y amor azul que tenemos para esta eternidad.
Que cada resultado se nos siga dando a todo nivel. Que lo mejor siempre esté cerca, que cada vez que aparezca un obstáculo, seamos lo suficientemente fuertes para sobrepasarlo con jerarquía y poder.
Que este amor, nunca pare de crecer. ¡Vamos Millonarios, nos vemos el viernes en casa!
@LauraGuaqueta