En Colombia tenemos sinos funestos y también ejemplares. Podemos estar en cualquier parte del mundo siendo protagonistas por dirigir misiones espaciales o por liderar organizaciones criminales. En ambos lados de la moneda encontramos grupos de gente nacida aquí, mayormente forjada por los problemas de esta vida, haciendo del mundo algo para seguir adelante. Sin embargo, hay unas características que nos marcan sin importar en que cara de la moneda nos asentemos; una de ellas es la pasión desbordada.

Hemos luchado contra nuestra propia tierra para salir adelante y hacernos un camino a nuestra manera. El ahínco con el que nos rebuscamos “la platica” es conocido mundialmente y “no nos dejamos morir de hambre”. Tal vez el infortunio de nacer en un país adverso hace que seamos apasionados hasta el cogote para todo lo que hacemos. Como escribió Gabo alguna vez al describir nuestros andares y pesares: “Un éxito resonante o una derrota deportiva pueden costarnos tantos muertos como un desastre aéreo”.

Esta vida colombiana que nos tocó ha impreso la pasión en todos los ámbitos, sobre todo en el fútbol. El fútbol es el dolor y la explosión. Es el madrazo impune que a nadie ofende y el abrazo desaforado que estalla cuando se infla la red. Es la catarsis de una mujer que en silencio soporta el abuso de un hombre en la casa, es el desahogo a ese día de mierda que tuvimos que tragar en una oficina de ocho a cinco. Es olvidar que estamos en medio de una pandemia y es la emoción que nos produce la esperanza fulgurante de volver a estar unidos en El Campín.

Algunos han querido que esa pasión desaforada con la que dormimos sea el motor de muertes, desapariciones, secuestros, masacres y alimento de poder. Nos ponen el sufijo de “istas” y ahí nos van llevando a la confrontación sucia con quien es mi compatriota y con quien puedo diferir, confrontar, refutar, pero no debería nunca lastimar. Mi pasión, mi amor por algo único que me suma fuerza todos los días para soñar y seguir viviendo, me pide que hoy sea seguidor de Uribe, del único que nos da sonrisas y paz con su izquierda y derecha.

Yo, Mauricio Gordillo, me declaro “uribista”, de Fernando Uribe Hincapié, número 20 de Millonarios de Colombia.

@maugor