El fútbol da poder y tiene poder. Le ha dado todo ese poder a aquellos que se acercaron a él y trataron la pelota como se debe, les dio magia, el poder de hacer que sus maromas y peripecias despierten a multitudes o les puedan adormecer los dolores de la cotidianidad. El fútbol es tan inmenso que obsequia amor, felicidad y aun así conserva la elegancia y la picardía; premia a sus protegidos, con fama, fortuna, inmortalidad, pero es tan sumamente injusto a veces con quien bien le sirve. No solo hablo de la derrota porque en este deporte no existe los merecimientos, sólo los resultados.
Hablo de cómo el fútbol mira a aquellas que le han dedicado su vida, pero no tienen su justa recompensa, no obtienen el trato justo. Esto no es culpa del fútbol, ni de Millonarios; la culpable es una sociedad que ve a los chicos como la norma y las chicas como la excepción. Los chicos son el centro y las chicas la periferia. El juego solo es para hombres valientes, olvidan a menudo que el coraje o el valor no tiene ningún sexo, el talento no entiende de genitales; solo saben de trabajo y magia.
¿Entonces dónde quedan las jugadoras, las técnicas, las hinchas? ¿Dónde queda la herencia de mamá? ¿Dónde se queda la imagen de las chicas saltando en la tribuna sin estereotipos sexuales? Porque las mujeres en el fútbol somos dramatizadas, idealizadas, las hinchas somos variadas y múltiples. A todos los hinchas, seamos hombres o mujeres, se nos ve como seres unidimensionales, como ese estigma que cargamos, que ser fanático es igual a ser barra brava, súmele a eso, que a las mujeres se nos ve como menos mujeres por ir al estadio, por alentar, por gritar y emocionarse.
Pero aquí estamos, sin tener que usar una camisa escotada por norma para alentar, usándola como decisión sin estigmas de lo que es o no una mujer, pues no se puede definir, y a la hora de estar en la tribuna no interesa. Nada de nuestra anatomía nos impide que el corazón se nos acelere, que no podamos dormir antes de un partido.
Amar a Millonarios solo debe dar felicidad, orgullo, amor. Es importante comenzar desde ya a querer a las embajadoras, porque van a defender ese mismo escudo que tanto queremos. Dejar de subvalorar el deporte cuando la pelota es conducida por una mujer porque es magia pura, como Marta, la jugadora de Brasil que desborda y conduce.
Desde nuestra misma institución hay que empezar a romper con estos estereotipos de género, por ejemplo que todo lo que vaya dirigido a nosotras tenga necesariamente que tener el color rosado. Desde estos escenarios creamos seres abiertos y capaces de deconstruir todos esos cánones, el fútbol también tiene el don de educar. Mamás, hermanas, tías, abuelas, amigas, han sido también responsables de llevar a Millonarios a donde esta, de no dejar morir la pasión; no solo con sus hijos, sino también porque llevamos este estandarte como cualquier hincha en todo lo que somos.
Poco a poco hay que transformar a Millonarios en algo más feminista porque debemos ser los primeros en todo siempre, incluso tratando de cambiar a la sociedad bogotana, un partido a la vez. Chicas, hay que alentar y hay que hacerlo hasta morir, hay que jugar como nunca, romperse todo por los colores, por el deporte. Hay que consumir fútbol femenino, hay que ir a ver a las embajadoras porque son las que estarán esperando nuestro apoyo.
Y como el fútbol da poder, tomaremos todo.
@Cadosch12
Valentina Cadosch
No pude evitar llenarme de emoción al leer el artículo, generalmente canto «Está es la herencia que me dejó mamá». Tiene toda la razón cuando al apoyo a Las Embajadoras se refiere, que seamos nosotras como hinchas quienes lideremos y llevemos en alto las banderas cuando ellas jueguen, que sientan el mismo apoyo que los muchachos en la cancha, somos grandes y se viene el momento de demostrarlo.