Más allá del dato estadístico de mantener el invicto ante un rival que en dos ocasiones nos ganó en momentos parecidos de buenos resultados, el empate en el Atanasio Girardot deja buen sabor de boca para las huestes embajadoras. Nosotros los hinchas soñamos con ganar siempre, con hacer muchos goles, pero luego del partido en Zipaquirá, donde las dudas de orden y funcionamiento defensivo eran grandes, tener el partido que se tuvo en Medellín es una gran noticia.

El equilibrio se busca en el fútbol para ser equipos contundentes arriba y serios atrás. Siempre lo primero será asegurar el cero en el arco propio y luego progresar con la pelota, en juego corto o directo, para generar oportunidades de gol. Casi perfecto estuvo Millonarios en la defensa, solo una oportunidad clara de gol, que corrió más por virtud del rival que por errores propios.

Andrés Llinás, relegado por Jorge Luis Pinto en el 2019, ha mostrado carácter y pericia en su juego, y brilló ante un delantero como Vuletich. Vega y Pereira, de flojo partido contra Once Caldas, fueron solidarios y muy ordenados. Los laterales cuidaron su espalda y Silva junto a Emerson controlaron su espacio de marca. Fuimos una maquina defendiendo.

En ataque faltó la puntada final en el último cuarto de cancha. Uribe y Arango poco pudieron hacer y los errores de entrega, con malas decisiones en el pase final, fueron la constante. Emerson Rivaldo y Román fueron desequilibrantes, sin dejar de excederse en la jugada individual o el pase equivocado. Así y todo, tuvimos cuatro opciones claras de gol para irnos con los 3 puntos.

Los 0-0 suelen ser muy aburridores, llenos de bostezos, patadas, sin dejarle nada a nadie en la retina. Por el contrario, este empate calma las dudas del trabajo del profesor Gamero y llena de confianza a Millonarios para lo que viene. El empate trajo 3 puntos en tranquilidad.

@maugor