Contra todo pronóstico y en medio de una alegría indescriptible, hace un mes celebramos el título más importante que ha obtenido Millonarios en los últimos tiempos. Por más que en el 2012 se terminó con una sequía de décadas a nivel de títulos de Liga y que fuera la primera celebración para la última generación de hinchas azules, la estrella del 17 de diciembre de 2017 tiene un sabor especial.
Para cualquier hincha del fútbol, nunca habrá mayor alegría que la de celebrar la victoria frente a un equipo rival, bien sea el rival de patio, el de los clásicos históricos o cualquier otro duelo que cause esa misma expectativa. En nuestro caso, no fue solo ganar un partido o salir victorioso en una serie; fue la oportunidad de ganar un título frente a nuestro principal rival: Independiente Santa Fe. Más de uno se preguntará ¿por qué especial?
No es un secreto para nadie que Millonarios viene en una etapa de transición, en la que estuvimos a punto de ver la desaparición de uno de los clubes más grandes del país en la peor de las administraciones que puso pasar por el club: la de Juan Carlos López y Luis Augusto García. De no ser por la milagrosa intervención de José Roberto Arango, seguramente la historia habría tenido un desenlace catastrófico. Por otro lado, Sante Fe, en el último lustro viene de vivir su época dorada, donde aparecieron los títulos que no bordaban en su escudo durante mucho tiempo, teniendo la posibilidad de obtener algún botín cada año.
La llegada de Amber Capital al club embajador, bajo la representación de Gustavo Serpa, ha sido fruto de incertidumbre y cuestionamientos constantes de propios y extraños. Muchos en algún momento vimos en ellos a unos mercaderes que solo pensaban en el negocio y no en los intereses del club y la hinchada. Tras el estruendoso descalabro económico y deportivo de Juan Manuel Lillo y la ausencia de resultados de Ricardo Lunari y Rubén Israel, el panorama no era el mejor. El primer intento de un proyecto a largo plazo considero que se intentó cuando se contrató a Diego Cocca, al que hoy día le agradezco que haya salido por la puerta de atrás, dejando tirado al equipo que le dio su respaldo por un puñado de dólares. En ese instante, todos vimos positivamente cómo se consiguió en tiempo record una persona con palmarés y experiencia para tomar las riendas del equipo en ese instante de crisis, siendo Miguel Ángel Russo el llamado a asumir este rol.
Los cánticos en la tribuna contra Gustavo Serpa y Enrique Camacho, así como los improperios que recibieron por los medios de comunicación y los hinchas del común en redes sociales, fueron incontables. La división de la hinchada es una constante que en esta ocasión tenía la brecha más abierta que nunca y el panorama una vez más parecía desolador. Bajo este panorama, apareció una noticia que a mi modo ver fue la que cambió el chip del equipo y el primer peldaño hacia la gloria en el 2017: en una decisión atípica y en plena mitad del campeonato, deciden renovar por 2 años el contrato de Russo, pese a que ni siquiera se había asegurado la clasificación al grupo de los 8 y teniendo en cuenta que es uno de los técnicos más costosos del FPC.
Paso a paso y de menos a más, Millonarios comenzó el camino hacia la estrella 15. Llegó la hora de la final y el fútbol nos dio la posibilidad de definir el campeón en un clásico bogotano. Aunque el favoritismo indicaba que el campeón iba a salir de Barranquilla o Medellín, lo cierto es que azules y rojos llegaron a la disputa. Santa Fe, fiel a su estilo y forma de juego frente a un Millonarios que fue en ascenso se disputaban el honor de ser el campeón en su plaza, algo que jamás se había presentado por Liga. Siempre he dicho que este tipo de partidos no tiene favorito, en un clásico no importa la nómina, el momento deportivo ni la posición en la tabla; el clásico se juega por el honor y más aún si de por medio está la conquista de una estrella.
El fútbol esta vez nos premió y llegamos al quinceavo título liguero. Nos permitió volver a creer en la cantera y tener en nómina a Harold Santiago Mosquera y a Christian Huérfano, contar con extranjeros determinantes como Nicolás Vikonis y Matías de los Santos, premiar justamente el amor propio de Andrés Cadavid, quien seis meses atrás lloraba de impotencia al no clasificar a la final. La regularidad con la que remató Juan Guillermo Dominguez, acertar en la apuesta que se hizo por Jair Palacios y John Duque; cada jugador aportó para lograr el sueño.
Llegó el 2018 y el ambiente es otro. Al día de hoy se han anunciado cuatro refuerzos: Wuilker Faríñez, Roberto Ovelar, César Carrillo y Santiago Montoya; la gran promesa venezolana de la portería y tres de los mejores jugadores que se podían conseguir en el medio local están cambiando el panorama y siguen mejorando la imagen de Camacho y Serpa frente a la hinchada. Los insultos poco a poco se convierten en aplausos y la frustración en esperanza. La Super Liga y La Copa Libertadores son los nuevos retos y el club está llamado a volver al lugar que nunca se debió haber sido: ser el más veces campeón.
Es la hora de Millonarios y, como el Ave Fénix, a resurgir de las cenizas.
Rodrigo Bernal
@rodrobernal