Me topé esta semana con el código de buen gobierno de Azul & Blanco, la sociedad que rige los destinos del Ballet Azul desde 2011, cuando dejamos de ser ante la ley el Club Deportivo Los Millonarios. Me sorprendió leer un párrafo que reproduciré textualmente que me dejó muy triste, compungido y preocupado:

“AZUL & BLANCO MILLONARIOS FC S.A. S.A. tiene dentro de sus objetivos hacer que las familias vuelvan al estadio, para lo cual se trabajará en asocio con las “barras” con el objeto de eliminar la violencia de los escenarios deportivos mediante la activa participación en proyectos productivos que permitan posibilidades de empleo y en actividades culturales, deportivas y recreativas que propendan por la reducción de la drogadicción y el alcoholismo en los hinchas del futbol”.

Quedé aterrado porque no pensé que esta sociedad que nos ve como clientes piense en nosotros como lo que somos: seres humanos con problemáticas muy difíciles que se nos salen de las manos.

Empecemos porque Azul & Blanco no ha generado campañas que quieran eliminar la violencia de los estadios. No he visto ni la primera integración como hinchada que promuevan, sólo un intento de Fan Zone en el año 2019 que al menos promovió una interacción con nuestro club, sobre todo publicitaria. Debería haber más espacios como este, pero enfocados a la convivencia y al respeto por el otro. Por ejemplo, podrían ir cada fin de semana que juguemos de local a alguna de las veinte localidades que tenemos en la ciudad y compartir con la comunidad, no digo que vaya todo el equipo, pero con cuatro integrantes del plantel, bastaría para movilizar grandes cantidades de gente que aman la institución, además de que se formarían nuevos hinchas al ver el impacto de estas jornadas sociales que hoy en día son nulas por parte de esta sociedad.

De pronto que el dueño de nuestro club se encuentre tan lejos hace que nuestro equipo esté tan alejado de la comunidad donde reside. El equipo puede ser del gran negociante parisino que es especialista en comprar empresas quebradas y sacar grandes dividendos invirtiendo poco, pero los que verdaderamente amamos a Millos y le damos un significado, somos nosotros sus hinchas, esos que dejan toda su vida, como en el trágico accidente que se llevó a grandes personas pertenecientes a los Comandos Azules y a esta gran comunidad albiazul que venían de desearle lo mejor a nuestro equipo antes de enfrentar al Junior en la ciudad de Barranquilla.

En un país con un conflicto interno tan terrible, derivado este del entorno de la droga que es motor de tantas masacres y desplazamientos, qué bello sería ver a Fernando Uribe o a Freddy Guarín hablándole a nuestros chicos de la importancia de no consumir drogas y entregar sus vidas a ocios mejores como el deporte. El código de buen gobierno de Azul y Blanco SA habla de colaborar con la reducción del alcoholismo y la drogadicción, la cual ha sido nula por parte de Serpa y compañía. El doctor Serpa vive en una burbuja que no le permite ver la realidad de nuestra ciudad y las problemáticas de sus hinchas; por él creo que montaría las oficinas del club en Miami o en la Florida. Será que nuestra amada institución, ya que tiene tantas academias donde cobra una mensualidad, no podría crear unas academias gratis en localidades como Usme o Ciudad Bolívar, donde se otorguen becas a los mejores talentos de la zona y así tener un fútbol base capitalino, arraigado a nuestra ciudad y que ayude a reducir los niveles de pandillas y combos al servicio del tráfico de drogas.

En otra de las frases que tiene este código, que se queda en palabras muertas porque de obras poco, podemos observar que habla de apoyo a proyectos productivos que permitan generar empleo. No sé si ustedes se han inscrito a algunas de las cientos de convocatorias que ha fomentado el club para hacer realidad esto; obviamente no hay ni una. Pero sí ha habido represión para los hinchas, lavada de manos al estilo Pilatos cuando alguno de los hinchas actúa inadecuadamente porque Azul & Blanco sólo está para la venta de abonos, de indumentaria, de aplicaciones, que no está mal para una empresa, pero cuando se tienen millones de seguidores también se puede hacer algo por la sociedad en que viven esos fanáticos.

Fácilmente en la ciudad se podría hacer un torneo al estilo Pony fútbol donde jueguen los mejores talentos infantiles de las veinte localidades de la ciudad. Pero, tristemente, no hay visión por parte de las directivas de nuestro club que cada año genera pérdidas millonarias y sigue capitalizándose para que Amber tenga más poder en el club capitalino. Hace rato el señor Enrique Camacho y el señor Gustavo Serpa debieron desfilar por la puerta de salida ante los nefastos manejos que han tenido con el club.

Por Julio César Vargas López