El presente de Millonarios es una fotocopia borrosa del semestre pasado, solo que esta vez con un marco un poco más dorado. ¿Cómo es eso posible? Sencillo: con una nómina que, en teoría, debería estar jugando mejor y teniendo mejores resultados , el equipo sigue naufragando en un mar de dudas y resultados irregulares.

Es como si Gamero hubiera encontrado una lámpara maravillosa y, al frotarla, en lugar de un genio saliera el fantasma del semestre pasado, con su misma cara de pocos amigos y de mal juego. El equipo sigue sin jugar bien, los errores individuales se multiplican como conejos en primavera y la hinchada, cansada de promesas incumplidas, empieza a murmurar nombres de posibles reemplazos.

¿Qué le pasa a Millonarios? ¿Es Gamero el culpable de todos los males? ¿O será que el fútbol, como la vida misma, a veces nos juega bromas pesadas y nos hace creer que todo va a ser fácil?  Lo cierto es que, en este momento, el proyecto de Gamero parece estar en la cuerda floja. Y si no hay un cambio de rumbo pronto, el fantasma del semestre pasado podría convertirse en una pesadilla que persiga a Millonarios durante mucho tiempo.

Mientras tanto, los hinchas se aferran a la esperanza, como un náufrago a un trozo de madera. Esperan que Gamero encuentre la fórmula mágica, que los jugadores dejen de ser sombras de sí mismos y que el equipo vuelva a ser ese equipo que enamoró a todos jugando bien y obteniendo resultados.

Pero, como decía Galeano, la esperanza es el único bien que se multiplica cuando se comparte. Y en este momento, la esperanza de los hinchas parece ser un bien escaso. ¿Será que Gamero está viviendo su propio cuento de terror, donde el monstruo es el fantasma del pasado que no lo deja avanzar? Solo el tiempo lo dirá.