Con el pecho henchido de aire, recorro a la salida las gradas del estadio. Un partido más acaba de terminar y una nueva victoria del más grande llena de ilusión y sueños. Sin embargo, algunas voces quieren apagar ese sentimiento: “ganamos, pero no a un grande”, “que mal juega Quiñones”, “estos hijos de puta nos están robando”, “Qué le pasa a Pinto, es un petardo”. Triste sorpresa.

Me reencuentro con mi sonrisa y pienso, ¿Qué más se le puede pedir al equipo? Cerca de la punta, con juego y con resultados, si bien no tenemos las adorables “tres G”, gustar, ganar y golear, no podemos seguir siendo nuestros propios enemigos, no podemos asistir a nuestro templo pensando en ir arruinar a los nuestros. Vamos a apoyar, vamos a gritar, vamos a dejarlo todo. En la cancha todo se siente. Si desde el tablón mentamos el partido como perdido y a nuestros como jugadores fracasados, seguro nuestros 11 representantes así los sentirán y así nos representarán. Si los llevamos a la victoria, con un ritmo frenético, así ellos responderán.

Seamos la mejor hinchada del país, esa que molesta al rival y empuja a propios. Esa que no olvida nuestra historia, que sabe que este es un amor que nunca debe para de crecer. La que tiene claro que ser hincha de Millos significa cada día quererlo más, estar más presente y acompañar, así como se acompañan las cosas buenas de la vida, con amor propio, con optimismo, con anhelo y sobre todo con el alma llena de los muchos sueños que se nos están por cumplir.

Sebastián Pardo

@xLuckas