Mientras pensaba en los temas de esta columna sentí que envejecí mil años. Tal vez usted que lee esto me imagine como el viejo que le grita a las nubes recordando un pasado que ya no volverá o tal vez se sienta identificado con lo que va a leer en estas líneas. Y es que a mis casi treinta y seis años y después de más de veinticinco años de ir al estadio he estado sintiendo (con más fuerza ahora después de las cuarentenas) que hay cambios que no me gustan en la experiencia que vivimos los hinchas de Millonarios en el Campin.

Comencemos por la música. Aunque en teoría y según la directora del IDRD el sonido del estadio ha cambiado radicalmente (y tiene razón ahora suena más duro) esta no es razón para poner música durante dos horas antes del partido y casi hasta el pitazo inicial. No voy a discutir acá por el tipo de música que se pone (aunque la lista parezca armada en una visita a TikTok), ya que para gustos los colores y frente a eso no vamos a ponernos de acuerdo nunca como hinchada.

Pero si he sentido en estos juegos que hemos podido volver, que se ha perdido parte del ambiente que se vivía en el estadio: llegar a la tribuna, hablar con los amigos, debatir si este u otro jugador debería ser titular, comentar sobre otros resultados. Y es que la música suena tan fuerte (incluso más que cuando se les dio por inventar poner esos parlantes horribles en la cancha) que no se puede hablar con quien tiene uno al lado. Si usted le suma a eso que usamos el tapabocas que dificulta más el hablar fuerte, nos da como resultado no poder tener esas conversaciones tan fácilmente con la gente en la tribuna.

Otro de los resultados de la fuerte música es que el ambiente previo al partido de cantarle al equipo, y algunas veces al rival se pierda, nadie puede competir con los bafles a todo volumen y con los bajos desajustados. En el último partido contra los de la B, por ejemplo, cuando ese equipo salió a calentar no había música y cuando procedíamos a cantarles sonó otra vez fuerte, no recuerdo si fue Seven Nation Army o el de los perros calientes por milésima vez. Pareciera que quien maneja el sonido fuera hincha de otro equipo o no entendiera la dinámica del estadio.

Otro de los temas que me molesta un poco es el himno. No se hace cuantos años ya llevamos con un código no escrito, pero respetado, en el cual la estrofa que suena es la que termina con el «Bogotá, Bogotá, Bogotá» que cantamos con el alma, no entiendo porque de la nada suena otra estrofa (si ya se cantamos igual, pero ya les dije que soy el viejo que le grita a la nube). Finalmente, y no es nada contra las luces del estadio, pero creo que se debería leer el contexto; después de un tenebroso primer tiempo de Millos no se si el animo de la gente estaba para aguantar tres canciones del show de luces.

No sé si le seguiré gritando a una nube, me acostumbre a esta nueva realidad o se pueda cambiar algunas de las cosas que para mi en el pasado se hacían mejor.

@rauldc