En medio de la algarabía del gentío y los pequeños focos de aquellos que quieren guiar a esa orquesta albiazul, hacia un mismo tono, un mismo sentimiento y por supuesto hacia una sola voz, lo cierto es que solo en momentos muy específicos la gente quiere remar en una sola dirección; no se si sea la nostalgia de la antigua fiesta y sean los mismos extintores y papeles que oprimen nuestros corazones y nos hacen pensar en esos estadios llenos, en ese tono azul tan especial en el que se tornaba el ambiente, respirábamos Millonarios en todo el sentido, su cuerpo entero o esas instrumentales que jugaban a conquistar todo oído que anduviera por ahí.

Primero tenemos dos barras bravas que más que mejorar y enriquecer la fiesta, son responsable de muchas de las prohibiciones impuestas que, impulsadas por su ego o quizás lazos oscuros que se desconocen, no quieren unirse, no les interesa que el rival se sienta apabullado y Millonarios crezca en la cancha, solo sus barras, su “parche”.

Se suponía que primero ante todo iban estos colores y su bienestar, ver la lateral sur conteniendo a la Blue Rain y a Comandos Azules era algo histórico, pero no de esta forma, separados y arrinconados por la policía que quiere evitar una tragedia. Aun estando a 20, 30 metros no pueden cantar lo mismo, no se entiende nada de lo que cantan y muy poco llega a las demás tribunas, entonces les toca cantar otra cosa sin importar lo que hagan sus históricas barras.

No se dan cuenta que sin esta pasión, sus combos no tendrían justificación alguna para existir; no es importante entonces levantar al equipo por pasajes de una final, si no cantarse cual barra es más grande y gloriosa; para mí gusto en este momento ninguna lo es, porque les quedaron muy grande estos colores, ninguna saca la cabeza del hoyo para alzarse con la batuta, para echarse toda la hinchada al hombro, para hacer acuerdos con buen comportamiento y cambios profundos en su interior para intentar que vuelva la fiesta de antes.

La hinchada azul esta huérfana de lideres que la potencien y saquen lo mejor de ella, que si se lo propone y orientan su energía te hace temblar el estadio los 90 minutos, esta hinchada necesita volver a enamorarse de sí misma, de sus líderes, de la gente que trabaja por la fiesta, creerse el cuento de equipo grande para hacerlo sentir en la cancha.

El Nemesio no solo tiene que dar miedo por los 11 jugadores que deben dejarlo todo, si no por su hinchada que debe sentir como la garganta se quebranta con el afán de unirse a los suyos, en esos cantos y en esos saltos que pretenden demostrar que estamos aquí y nunca faltaremos.

Valentina Cadosch

@Cadosch12